2019-03-28

Mecánica del procés (III) - Las élites repiten la historia

 


[Mecánica del procés I[Mecánica del procés II[Mecánica del procés III[Mecánica del procés IV]
El nacionalcatolicismo catalán se ha perpetuado en el poder 44 años más allá de la muerte de Franco. Aquí explico por qué el rotundo éxito del procés en prolongar esa hegemonía le ha salido tan caro a algunos de sus líderes. Reconstruyendo la cronología de los hechos, muestro que, atrapados en su propia subasta patriótica, buscaron repetidamente la suspensión de la Autonomía (artículo 155 CE) con el único objetivo de victimizarse y mantener su control político. El fracaso de ese plan les llevó a buscar una tragedia sin precedentes con el referéndum del 1-O. La cordura de sus propios seguidores y de los mandos policiales lo evitó. 

1. Cuándo comenzó el procés

Según el mito difundido por sus propios creadores, el Procés empezó con la sentencia del Estatut. La realidad, sin embargo, es tozuda: El Estatut no fue una demanda social, sino una iniciativa top-down del PSC para pujar contra el nacionalismo durante el tripartito, por eso apenas un 36% del electorado se acercó a la urnas a votar que sí en 2006. Y por eso la manifestación contra la sentencia del TC de 2010 no fue independentista, solo un sector minoritario de CDC y los ultras del momento como Heribert Barrera aprovecharon para gritarle 'xarnego' al presidente Montilla. Es más, en las elecciones de 2010, 5 meses después de la sentencia, los partidos independentistas obtuvieron tan solo 14 escaños. Y muy revelador: el 11S de 2011 reunió apenas a 8.000 independentistas en Arc de Triomf. 
La realidad, por tanto, es que el Estatut fue apenas una puja más en la vieja subasta identitaria con el pujolismo (lo cuentan Barrio y Field, 2018) y que la espiral soberanista fue principalmente promovida desde las cúpulas de los partidos, como mostraré a continuación, no desde las bases ni el electorado. La sentencia del Estatut no explica por tanto ni el procés ni el boom independentista. 
Parlament, 2005, la izquierda entra en la puja identitaria. 
Maragall: Vostès tenen un problema, es diu 3%.
Mas: Hem de fer coses molt importants [l'Estatut]. Retiri aquesta expressió.
Maragall: Honorable senyor diputat, accedeixo a la seva demanda.

Pujol ganó las elecciones de 1984 encausado
por el Banca Catalana, defendiéndose con la
famosa frase: "con Cataluña no se juega".
El caso acabó sobreseído.
Alternativamente, se podría marcar el inicio del procés en la impunidad del Caso Banca Catalana, en 1984, lograda bajo la amenaza de Pujol de levantar las calles contra la incipiente democracia española. Aquella impunidad dio carta blanca a Pujol para acometer su plan de catalanización en los 90, el Plan 2000, que propugnaba en realidad la infiltración nacionalista en la sociedad. Una campaña electoral eterna que fue tolerada por todo el espectro político y social en razón de un victimismo post-franquista muy bien cultivado por Convergència y Òmnium. Curioso que la sociedad catalana (como la española) comulgara con este cambio de bandera del nacionalcatolicismo catalán patrocinado por una asociación, Òmninum, legalizada por el franquismo en 1967, 10 años antes de que el resto de los españoles lográramos el derecho de manifestación y asociación sindical.

Otro inicio posible del procés podría ser el afloramiento de casos de corrupción en 2002 (casos Pallerols, Ferrovial) por el cobro de comisiones por CDC que ya era vox populi. El único que lo denunció en público fue Pasqual Maragall, “vostés tenen un problema”, retractándose ipso facto precisamente porque ya había entrado en la puja soberanista y tenía que negociar el Estatut. Hubo que esperar otros 6 años a la mayor crisis económica de la democracia para volver a tratar el tema del 3%.
Toda esa cronología la resumí anteriormente. Pero aquí me centraré en lo que hoy llamamos procés, el de esta década. Y el momento de su inicio es tan revelador como mal conocido.

2. Qué convierte al independentismo en mainstream
Aunque no lo supimos hasta mucho más tarde, la deriva independentista del nacionalismo catalán se empezó a urdir ya a finales de 2011. Se sabe, por ejemplo, que Pujol la planeó con su familia y su partido en 2011, aunque no la publicitara hasta marzo de 2012. Un buen ejemplo de la campaña que inició fue la entrevista que le hizo Évole a Pujol padre, en la que el entrevistador olvidó preguntar al entrevistado por la investigación que lleva más de un año abierta sobre su hijo y los delitos de las ITVs. Sí se dedican muchos minutos, en cambio, a explicar el nuevo independentismo del Molt Honorable President. Convergència funda entonces la ANC, también en marzo de 2012, apoyados con entusiasmo por ERC, entonces el 5º partido del Parlament. Sí, señores, el principal partido independentista emanado de las recientes elecciones era la quinta fuerza. En cuanto a CDC, ante el inminente embargo de bienes que le acechaba a causa de la financiación ilegal y de sus problemas judiciales, necesitaba un nuevo objeto de propaganda para mantener el poder y la inmunidad frente a los nuevos casos de corrupción (lo explicaba Guillem Martínez). Evidentemente, todo este proceso no va dirigido por una sola familia, sino que se sustenta en una cúpula convergente sobre la que ha actuado la selección natural dentro del partido durante las últimas décadas y que estaba ya mucho más radicalizada que sus bases (Barrio & Fields, 20018). En definitiva, un proceso top-down de libro muy bien disfrazado de movimiento popular. Finalmente, A. Mas se hace también independentista en julio de 2012 [1][2].

El contexto de estas súbitas conversiones de 2011 y 2012 es el siguiente: En España se habían destapado casos de corrupción como la Bankia de Rato o el Noos de Urdangarín (2010). En las calles crecía la presión reclamando justicia (#15MparaRato; #DemocraciaRealYa). Los Mossos de Felip Puig (conseller de Convergencia) aporreaban a fondo a los manifestantes del 15M y al asedio del Parlament y CDC envía a prisión 3 años a varios participantes por (dicho textualmente por el conseller Turull) intentar un golpe de estado. En toda Europa la justicia se estaba movilizando contra la evasión fiscal a raíz de la lista Lagarde. CDC, Oriol Pujol y tantos otros, ya sabían que se les investigaba por corrupción y evasión. La justicia ya había registrado el Palau en 2010 y conocía la financiación ilegal de CDC y las mordidas de las ITVs. El presidente Mas necesitaba un cambio de socio para tapar las vergüenzas (lo explica muy bien Fernandez-Teixidó) y para evitar que pasara lo que acabó pasando en el resto de España: la judicialización de la derecha. Así, Mas decidió en septiembre de 2012 cambiar al PP por ERC como socio político. 

Por tanto, el procés nació de la combinación fatal entre la puja identitaria entre PSC y CiU y el acoso judicial a la Convergència de Mas que tan valientemente relató Jaume Reixach. Convergencia nombra a Oriol Pujol heredero de la corona de su padre en el congreso de Reus (marzo de 2012) y monta el escenario de la ANC. La opinión pública, tan castigada ya por la crisis, ve a esos líderes agitando la bandera y se sube al carro.
Fechas clave del procés y evolución de la opinión pública
Fechas clave del procés y evolución de la opinión pública

Con estos preparativos y con la entusiasta colaboración de TV3 y los medios concertados de Cataluña, el 11S de 2012 reunió por primera vez casi medio millón de personas en una manifestación independentista. 

3. La espiral identitaria atrapa al independentismo
Artur Mas convocó elecciones inmediatamente (noviembre de 2012) con la esperanza de recoger el entusiasmo sembrado, pero previsiblemente los votantes adoptaron el desafío indepe inclinándose por la versión original, ERC, y Mas perdió 12 de sus 62 escaños.

Artur el astut tuvo aquí dos opciones: 1) asumir su error y quizá volver a perder el Govern a manos de otro tripartito en unos años. O bien 2) doblar su apuesta-farol y radicalizar su mensaje aliándose con ERC y CUP. Al astuto, la alianza del pujolismo con la izquierda nacionalista le pareció la opción más inteligente.

El sinsentido de esta alianza hubiera quedado patente mucho antes si no fuera porque, en enero de 2013, la izquierda indepe y la izquierda complaciente hacen el regalo de su vida al pujolismo: una declaración de soberanía en el Parlament que le va a permitir liderar la performance reivindicativa durante años. "El poble de Catalunya té, per raons de legitimitat democràtica, caràcter de subjecte polític i jurídic sobirà". Comienza el universo paralelo del independentismo, el mandat popular.

Full de ruta de Mas, 2015, prometiendo la
independencia en 18 meses
Pero como el farol del procés no se lo creía nadie fuera de Cataluña, para ganar las elecciones de 2015 (27S) fue necesario redoblar la apuesta de nuevo. En 2015, CDC rompió con Unió y se presentó junto a ERC con un programa netamente separatista y marcándose un plazo para una declaración unilateral de independencia de 18 meses. O conseguían el nuevo estado de Europa en 18 meses o se iban. Mucho después, algunos reconocerían el error de concretar un plazo, pero entonces, en 2015, el pujolismo necesitaba que el votante procesista creyera que tenía cartas. Todos en el soberanismo necesitaban que la partida de póker continuara, aunque enfrente nadie les creyera. Y consiguieron así una nueva prórroga de poder de dos años, es decir, dos años más repartiendo el pienso público en la Menjadora, el comedero catalán.

Está claro que todo esto no es suficiente y que no se entiende la deriva independentista de Convergència sin el apoyo del empresariado medio catalán, como siempre entusiasmado ante la posibilidad de poder influir a administradores públicos más débiles y más cercanos que los de Madrid. Pero ese es otro tema. 

Para entender el resto de la evolución política del procés hace falta tener presente esto: La gran mayoría de líderes del procés jamás creyó posible, ni por tanto buscó, la independencia. Sabían que no puede ser, que no existe un camino transitable hacia ese escenario, que era un unicornio. Muchos seguramente no tuvieran claro ni siquiera si la deseaban, porque nunca se trató de eso. Salvo quizá algunos despistados en ERC y CUP, el resto sabía que simplemente no es factible, que no existe una ruta viable para hacer de Cataluña un nuevo estado de Europa. Lo del farol nos lo han explicado ya muchas fuentes. La Independencia era un objeto de propaganda, un entretenimiento del esplai indepe. Cuando el president culpaba a España del atentado de las Ramblas (mes y medio antes del referéndum fake), no pensaba realmente en una Cataluña independiente; era solo propaganda para exaltar a sus fieles, provocar desórdenes, ir a elecciones y mantenerse victorioso al calor de la autonomía. Puigdemont necesitaba una posición ganadora para las próximas elecciones autonómicas y su plan era el de siempre: el victimismo del nacionalismo catalán.

Puigdemont el día después del atentado, 2017
En los días anteriores al 6 de septiembre de 2017 nadie en el independentismo pensaba realmente en declaraciones unilaterales de independencia (DUI). Iglesias, Junqueras y Soler cenaron en casa del empresario Roures, aprovechando la manifestación contra el atentado del 17A en las Ramblas, para preparar las elecciones autonómicas tras el referéndum. Tanto en ERC como en la antigua Convergencia eran plenamente conscientes de que en algún momento había que acabar la farsa para evitar el ridículo. Pero, atrapados en su propia puja libertadora, todos evitaron ser los primeros en explotar el globo por motivos explícitamente electorales. Las grabaciones a Salvadó son inequívocas:
Salvadó (ERC) a Murcia y Junqueras (30 de agosto de 2017): "Cualquiera con dos dedos de cerebro sabe que no se puede proclamar la independencia" pero "me da pánico que si lo transmitimos así Elsa [Artadi y al PdCat] dirán que ni el Departament d'Economia ni Junqueras han hecho su trabajo". Junqueras responde“Dí a Artadi lo que se pueda decir, agenda y algo más. Pero el resto guárdatelo

Tuits convocando el bloqueo al registro
de la consejería, mezclando las
llamadas a una 'actitud no violenta'
con la 'defensa urgente de las
instituciones' y de la 'democracia'.
A esas alturas, buena parte de los catalanes ya nos habíamos dado cuenta de que estos Rebeldes sin Causa podían fácilmente acabar en el precipicio por no saber cuándo saltar del coche. La angustia en la oposición se vuelve palpable. 


4. Las marionetas toman vida propia
Hasta aquí, los líderes tenían un control relativo de la situación, en el sentido de que podían manipular los deseos de su público. Pero sucedió que el crescendo de la impostura se volvió irreversible el día 7 de septiembre, se les escapó de las manos contra pronóstico. ¿Qué falló? Con las leyes de transitoriedad y del referéndum aprobadas ese día, el Govern buscaba aparentar una convocatoria oficial sin comprometerse judicialmente. El plan de Puigdemont con esa impostura (su plan A) era que le aplicaran inmediatamente el artículo 155 (supresión temporal de la autonomía) y, a ser posible, que le detuvieran para así ganar las elecciones autonómicas como víctima y tener una posición de fuerza para volver a negociar nuevos poderes incompatibles con la Constitución. Es decir, el mismo plan que le funcionó a Pujol 33 años antes. Este plan lo conocían independentistas como Jordi Graupera o los presentes en la cena de Roures. Con ese fin, el president llevaba meses demonizando ese artículo 155, siguiendo una estrategia que siempre ha funcionado con ese nicho electoral tan bien macerado en el Síndrome Calimero
Pero el plan A falló porque en Madrid nadie movió una ceja, nadie reclamó el 155, incluso a la derecha le daba respeto suspender la autonomía. Y a ERC tampoco le convenía explotar el globo-farol. Además, las redes seguían inflando ese globo con ayuda de RusiaAssange, Snowden... Sin 155, Puigdemont solo podía redoblar la provocación. No podía echarse atrás y convocar elecciones autonómicas porque supondría admitir el engaño y convertirse en el traidor y perder. Tampoco podía aceptar una votación tipo 9N, fuera de los colegios (como le propuso Rajoy), porque, en un escenario de final tranquilo, incluso el más pequeño de los delitos que ya había cometido (desobediencia) era suficiente para apartarle de la política. Así que sólo le quedaba una idea: convocar un referéndum ilegal y esperar que sus seguidores se volvieran locos y hubiera un desastre. 
Como Puigdemont no tenía "ninguna ambición de mártir", lo admitió más tarde, no iba a comprometerse personalmente nombrando una junta electoral oficial para ese referéndum claramente inconstitucional. Por eso no la nombró y dejó la organización del referéndum en manos de voluntarios. Esta opción, además de ser segura para él mismo, parecía tener lógica para su penúltimo plan de escape, su plan B.

Desde temprano en la mañana del 1 de
octubre, el aliado del procés Julian
Assange y redes de medios y bots rusos 
en RRSS alimentaron un
guerracivilismo que por fortuna fracasó. 
Fueron solo los primeros movimientos del 
entorno de Putin en el tablero catalán, apenas 
meses después de interferir seriamente en 
las elecciones americanas y el Brexit de UK.

El plan B era conseguir un fracaso del referéndum, una catástrofe en forma de graves enfrentamientos violentos generalizados y con víctimas mortales que le permitiera ir a elecciones y a una negociación de nuevo con la legitimidad de la víctima. Es una afirmación grave, cierto, pero este plan B no es una elucubración. El propio exsecretario de comunicación de la Generalitat explicó que los líderes del farol necesitaban una reacción policial mucho mayor el 1-O. La planificación de tal escenario violento ya ha sido documentada en varios de los registros del 20-S. El documento Enfocats aparecido en el despacho de Jové parece que será la más benigna de las pruebas, en comparación con los "escenarios de guerra y guerrilla" aparecidos en el del secretario de Hacienda (J.L. Salvadó). Que los líderes independentistas deseaban respuestas violentas del estado es algo bien sabido en Cataluña: el propio Quim Torra proclamaba en 2011 que ojalá España nos envíe los tanques y así nos ganemos alguna simpatía. El jefe de campaña del procés, Oriol Soler, reconoce que en la cúpula se hablaba abiertamente de que el referéndum causaría muertes y de que podrían culpar al estado. Los cargos más altos de los Mossos han admitido en el Supremo que Puigdemont se jactó en varias reuniones del peligro de violencia y de que un 1-O violento, una "desgracia", le beneficiaba políticamente. Desgraciadamente, ni Trapero ni Ferran López ni Molinero explicaron esto a los catalanes antes de que sucediera, en lugar de dos años después ante un juez. Puigdemont decía también que esa "desgracia" le serviría para "declarar la independencia" pese a que nadie sabía mejor que él que eso no era factible. Pero entonces, ¿cuál era el objetivo real de esa tragedia que no llegó el 1-O?
    • Plan A: Artículo 155 el 7-S y reculada victimista a elecciones.
    • Plan B: Tragedia el 1-O y reculada victimista a elecciones.
Para la cúpula convergente esa violencia era otra baza para conseguir aparecer como víctimas y retornar victoriosos a la política autonómica durante décadas, como reconoce la propia Elsa Artadi. Puigdemont, en cualquier otro desenlace, perdería el poder. 

El procés acababa porque ya no había más casillas en el tablero y ya había cumplido su objetivo: el enfado por la crisis de 2008 y por la corrupción estaban amortizados y la antigua primera línea política responsable, jubilada. El nacionalcatolicismo catalán dispondría de un escenario reivindicativo y victimista ilimitado que podría asegurarles 20 años más de control de la Menjadora. El éxito se prometía rotundo para el procés y así fue.
    Pero el futuro de Puigdemont no era tan claro. Solo si se producía suficiente violencia durante la intervención de los cuerpos de seguridad podría el mártir Puigdemont evitar la cárcel y seguir al frente del post-procés. Por eso ignoró todas las propuestas de Madrid para evitar enfrentamientos el 1-O ([3][4][5]). Puigdemont sabía además que la Guardia Civil no podía evitar la ocupación de los colegios el día anterior, por orden judicial. Creía que había conseguido el Armageddon que le había de salvar.

    Sin embargo, el plan B también falla: el Gobierno vuelve a no reaccionar como esperan y la actuación policial del 1-O resulta la ya habitual en Cataluña (el talante estándar de los Mossos que justificaba Mas contra el 15M) y no impresiona en Europa. Los fieles del procés fueron a votar conforme con la anunciada resistencia pacífica: lógico, porque si el propio president fue incapaz de firmar un sólo papel que le comprometiera, ¿por qué iban ellos a prender fuego a las calles? En contraste, el enorme impacto mediático de las cargas dentro de Cataluña (¡la policía apartando tietes de l'un sol poble!) no hizo más que exacerbar al independentismo de base y al liderato más naif de ERC, que ahora exigían nada menos que una DUI (declaración unilateral de independencia) mediante la huelga de país del 3-O. Todo esto, no hay que olvidarlo, pese a que el propio Junqueras sabía muy bien que estaba engañando a los suyos.

    Assange, el socio prófugo del gobierno de 
    Puigdemont caldeó durante semanas 
    el 1-O, pronosticando una "guerra civil" si no se 
    cedía a las exigencias unilaterales del líder 
    independentista. 
    Tweets similares de otro prófugo, E. Snowden, 
    fueron claves al ser extraordinariamente 
    difundidos por redes de bots 
    rusos. 
    Irónicamente, ese impacto mediático que dinamitó el plan B de Puigdemont había sido impulsado por los canales habituales de fake news que el propio procés había promovido [6][7]. La ola de odio [8] y post-verdad en torno a la respuesta policial (los "1000 heridos" que ningún político visitó en los hospitales) empujó al president a la triste parodia del 10-O, su primera DUI fake, la de los 8 segundos. Nunca aclaró si había declarado o no el fin de la Constitución en Cataluña: Si admitía la fechoría, le procesaban; si la negaba, se iban a elecciones y Junqueras, president. Ambos se acercaban al precipicio y ninguno quería ser el rebelde gallina y saltar primero.

    Mientras, se dispara la fuga de sedes de bancos y empresas y la realidad empieza a llover como xirimiri sobre el independentismo.

    Cuatro entusiastas cabezas visibles del independentismo en plena efervescencia, 6 días antes de declarar la independencia.

    5. El President que no se atrevió a mandar
    El resto es bien conocido. Nadie da por buena la DUI suspendida del 10-O y las bases exigen una real. Puigdemont intenta convocar elecciones, pero cada vez manda menos. Además, el día 26 él sabe bien que a) ha cruzado la línea roja para ser procesado y b) que si convoca, Junqueras será president y él un segundón botifler. Por tanto, solo quedan dos opciones. ¿Fugitivo o traidor entre los míos?, dirime Puigdemont. La decisión es fácil: enfrentarse a la justicia no está en su agenda. No creo en los mártires, dice el Mandela impostor. A disgusto, participa en el segundo simulacro de DUI, el del 27 de octubre, donde apenas intercambia palabra con su vicepresidente Junqueras. Es viernes; ambos regresan a sus casas a ver la república por TV3.

    Ese fin de semana, Puigdemont anima a todos los consejeros a acudir el lunes al trabajo y hacer realidad la república, mientras él se mete en un maletero y huye a Bélgica. Apreciando riesgo de fuga y reiteración delictiva, el juez dicta prisión preventiva para sus compañeros de aventura.

    Los Rebeldes sin Causa en plena
    rebelión antisistema.

    En Rebeldes sin causa, los dos incautos dirigen sus coches a toda velocidad 
    hacia el precipicio
    , pero a uno de ellos se le encalla la puerta y no puede saltar, terminando la carrera en tragedia. En 2017, a Puigdemont solo se le encalló el orgullo. Sabía bien qu era la mejor opción para él y para Cataluña, se lo explicaron dos expresidentes y decenas de empresarios. Simplemente no quiso saltar primero, como Junqueras. El orgullo les importó más que su libertad, más  que las instituciones y más que nuestra democracia.

    Así es como llegamos a donde estamos.


    Es cierto que los líderes calcularon mal sus opciones y han acabado procesados o huidos. Pero que no haya confusión: para la élite catalana el procés ha sido todo un éxito. El fin último de preservar al nacionalcatolicismo al mando en Cataluña se ha cumplido. Han hecho historia, la de siempre: La misma oligarquía que fundó Òmnium Cultural en pleno franquismo y que transfirió los alcaldes franquistas a Convergència al llegar la democracia, retiene hoy el reparto del dinero público en Cataluña. La maldición de Companys, el maleficio de Banca Catalana, se han repetido. Para evitar que vuelva a suceder, la izquierda catalana debe por fin entender su error atávico de creer compatibles la defensa de los débiles y la división de los débiles.


    [Una cronología de las fechas clave del procés, aquí]
    [Anterior artículo sobre la mecánica del procés]
    [Hilo original en Twitter: [1][2][3]]
    [Versió curta a El Triangle]

    2019-03-15

    Mecánica del procés (II) - Cómo hemos llegado hasta aquí

    [Publicado inicialmente en Twitter
    [Mecánica del procés I[Mecánica del procés II[Mecánica del procés III[Mecánica del procés IV]

     

    El procés no surgió del Estatut ni de la financiación como nos dijo Artur Mas y nos ha repetido la casi totalidad de la procesología. Ha sido un movimiento populista top-down alimentado por la crisis y diseñado con el único objetivo de preservar la hegemonía nacionalista en Cataluña tras la misma.
    La semana pasada puse en orden las razones que desde mi punto de vista condujeron al catastrófico harakiri del soberanismo en octubre de 2017.

    Pero una segunda cuestión que me quedaba por entender del procés es cuándo y cómo empezó esta deriva suicida de la farándula política catalana: las causas y los mecanismos que lo iniciaron.

    ¿Cómo han llegado dos partidos tradicionalistas a creerse poder desafiar el sistema democrático español cuando justamente atraviesa el momento más sólido de su historia? ¿Cómo puede ser que uno de los gobiernos regionales más nacionalcatólicos de Europa haya acabado metiéndose él solo en un juicio por rebelión desafiando burdamente las leyes fundamentales?

    Retrocedamos en el tiempo.

    Estamos donde estamos porque una docena de miembros del govern, parlamentarios y activistas presuntamente organizaron, en posible connivencia con mandos de la policía catalana, un simulacro de ruptura del orden constitucional. Culminaron la simulación el 27-O con una declaración de independencia fake obligados por la presión de la calle y las redes sociales y de los medios públicos y concertados, que ellos mismos alimentaron. Lo hicieron contra su propia inteligencia, arriesgándose a severas penas de cárcel. ¿Por qué gente otrora pragmática hizo semejante tontería? No, no fue un ataque severo de patriotismo, había tres causas bien distintas: en octubre de 2017 ninguno quiso asumir la responsabilidad política a) por dos años de engaño, b) por partir la sociedad catalana en dos el 6 de septiembre, ni c) por los golpes del 1-O.

    Por partes:

    a) El engaño fue haber convencido a casi la mitad de los votantes de que la independencia era posible y que además la iban a poner en práctica en 18 meses. Esto ya ha sido bien explicado.

    b) La sociedad catalana se partió en dos mitades que dejaron de hablar de política en las comidas cuando los líderes soberanistas adoptaron la unilateralidad el 6 y 7 de septiembre. Infringiendo el reglamento del Parlament, aprobaron la ley de desconexión sin dar oportunidad a la oposición de validar su legalidad, ignorando a los letrados de la institución. Intentaron saltar por encima de los derechos de medio parlamento y medio país y pensaron que esa media Cataluña seguiría callando. Se equivocaron: Empezaron Coscubiela, Arrimadas e Iceta. Siguió la iniciativa Parlem. Siguieron las manifestaciones sin precedentes por la unidad de España. Y, por último, siguieron las empresas, en su fuga de mediados de Octubre, tras la primera fake DUI (10-O). Finalmente el procés sí ha hecho historia porque habrá que recordar mucho tiempo que la mayor manifestación en defensa de la unidad y la legalidad en España, tuvo lugar en Barcelona, un 8 de octubre. Y adelanto que no me sumé, por una alergia que tengo al nacionalismo.

    c) En tercer lugar, también eran responsables de los golpes del 1-O porque, al no formar siquiera una mesa electoral (para evitarse problemas legales), delegaron conscientemente la desobediencia en el poble. En lugar de informar a esa pobre gente de que infringirían la ley, les dijeron que era una votación legal porque era la única forma de sacar dos millones de personas a la calle. La sorpresa e indignación fueron mayúsculas el 1-O cuando la policía cumplió con el objeto de su existencia de forma muy previsible. Pero los líderes, que sí habían previsto esa violencia (como documenta Enfocats) y sabiamente la esquivaron en sus casas, animaron a las bases a defender esa ilegalidad. La razón es que necesitaban esa violencia porque les daba la única salida digna para terminar con el procés. Ni se usaron los Mossos para evitar el referéndum fake [1], ni se aceptó una oferta gubernamental de última hora para hacer el referéndum fuera de los colegios. Querían la represión del referéndum para tapar sus tres vergüenzas y presentarse además como la parte víctima y conciliadora. Lo dice ya hasta el exsecretario de comunicación de Mas.

    ¿Pero por qué necesitaron ese choque en octubre? Ya lo conté aquí. Hay que retroceder un poco más en el tiempo porque ese simulacro de referéndum no fue más que el fallido Plan B improvisado ante el fallo de otro Plan A que pretendía lo mismo: un retorno ventajoso al autonomismo. Las leyes del 6 y 7 de septiembre de 2017 no tenían el objetivo real de convocar ningún referéndum, sino de parecerlo. De hecho, solo las usaron mediáticamente, nunca en sentido jurídico (hubiera sido flagrantemente delictivo). Suficiente para convencer a las bases. Al ser esas leyes previsiblemente suspendidas por el TC, pasaron de nuevo la pelota de la desobediencia a esas bases. De nuevo, los líderes no osaron infringir ninguna resolución del TC. Si se cedieron datos lo decidirá un juez, pero ¿qué les condujo entonces a simular que convocaban una votación oficial? Pues 3 motivos:
    a) Movilizar a sus fieles. Bueno, y a los de Colau.
    b) El convencimiento de que el senado activaría el 155 en septiembre y que en las siguientes elecciones arrasarían alimentados por el fervor victimista de los catalanes (nadie mejor que un independentista como Graupera para explicarlo).
    c) La promesa que habían hecho de llegar a una independencia imposible en solo 18 meses.

    ¿Y por qué esa promesa aparentemente estúpida de los 18 meses? Sigamos retrocediendo: Efectivamente, a ese fatídico 6-S se llegó porque casi dos años antes (octubre 2015) Artur Mas había prometido electoralmente la independencia en 18 meses y había convencido a media Cataluña de la legitimidad y la factibilidad de esa promesa. La proactividad de TV3 y la CCMA era ya entonces manifiesta: drets dels pobles, votar=democràcia, 'debates' monocolor, etc). Mas se acababa de cargar la coalición CiU, aliándose con ERC porque atravesaba una situación muy complicada: El partido CDC estaba en bancarrota, embargado por el Caso Palau, con muchos de sus principales líderes investigados o condenados por corrupción, incluído el fundador Pujol. Un partido que gobernaba en minoría desde su fracaso en 2012 tras convertirse al independentismo. Un partido que había llevado a una lamentable situación las arcas de la Generalitat para alimentar su red clientelar (la Menjadora) durante la crisis. Frente a las elecciones de 2015, a CDC no le quedó más remedio que abrazar al oso de ERC y huir hacia delante, aceptando los 18 meses y la caída de Mas.

    Tanta idiotez fue posible solo porque ERC y CUP venían dopados por una presión independentista que tampoco surgió espontáneamente. De hecho la sembraron ellos mismos. Veamos: En 2011 se manifestaron 8.000 independentistas en Barcelona; en 2012 fueron 200.000. ¿Qué pasó entre medias? Entre medias pasó que Mas y los Pujol se declararon por primera vez independentistas [1][2]. Recuérdese que para entonces Pujol seguía siendo el tótem transversal del nacionalismo catalán, su repentina conversión tuvo un gran impacto. También pasó que CDC fundó la ANC. Y también hubo un cambio radical en los estándares informativos de los medios: recordemos que en plena crisis, entre 2011 y 2015, se triplica la inversión en publicidad institucional.

    Algo parecido ocurrió con las subvenciones directas a los medios afines en lengua catalana.

    Finalmente, este entusiasmo de la cúpula de CDC/PdCat por el soberanismo tampoco surge espontáneamente, sino que es el resultado de la combinación de dos factores: el miedo a volver a perder la hegemonía como ya se la había robado Pasqual Maragall y dos reuniones de CDC y de la familia Pujol el 25 de noviembre de 2011 a raíz de la implicación de Pujol jr. en el caso ITV, donde se decidió iniciar la deriva independentista. Mas, por su parte, tenía abiertas investigaciones por evasión a través de una cuenta en Liechtenstein (posteriormente juzgado como prescrito). Y no olvidemos que el embargo de CDC era ya un pronóstico certero. Fue en ese contexto que los convergentes, ante la presión que ejercía el 15M de ese mismo 2011 exigiendo justicia, decidieron dar un salto adelante fundando la ANC. El 15M amenazaba directamente el discurso nacionalista y por eso tanto convergencia como ERC (que aún no compartían gobierno pero sí Montserrat) saltaron a su yugular desde el día cero. ERC reaccionó igual de visceral contra la irrupción de intrusos en el panorama reivindicativo catalán ("que se vayan a mear a su país, España", les dijo Carod-Rovira):


    Guillem Martínez explicaba hace unos meses que en 2011 CDC buscaba un objeto con el que negociar con el Estado y un objeto de propaganda electoral. Discrepo de lo primero porque, como cuenta ahora Duran-Lleida, Mas nunca buscó una verdadera negociación; sabían que en un país europeo del siglo XXI las competencias regionales no se pueden negocian a medida. Pero el procés sí servía como objeto de propaganda ideal para sacar a CDC de la mayor crisis de su historia. El objetivo (el único) de Mas era mantener la hegemonía del nacionalcatolicismo en la Generalitat. Sabían que ERC se sumaría sin preguntas porque ambas ramas del nacionalismo convergieron ya en las capillas y contra el 15M. CDC estaba ya al borde del embargo, su líder espiritual ya estaba investigado y el president Mas tenía que usar a Felip Puig para 'limpiar' las calles. Ahí brotó el procés. Evidentemente sumaron luego muchas otras sensibilidades y otros objetivos. Pero el motor necesario y suficiente no fue ni el poble, ni el fin del régimen del '78, ni la CUP... sino el instinto de supervivencia de la maquinaria imparable del comedero pujolista.

    Por tanto, el procés ha tenido poco que ver con la sentencia del Estatut ni con la financiación autonómica como nos dijo Artur Mas y como nos han repetido la casi totalidad de los procesólogos. Se trata de un movimiento populista que ha funcionado de arriba a abajo y ha sido alimentado por el establishment catalán para exculparse de la crisis de 2008-2011. Su único objetivo fue salvaguardar la hegemonía nacionalista en Cataluña.

    Y ese objetivo, es verdad, lo ha cumplido a la perfección hasta el momento.

    2019-03-05

    Mecánica del Procés (I) - El plan B (o por qué el farol acabó en simulacro de golpe)

    [a raíz de esteeste hilo en Twitter]
    [siguiente capítulo: Mecánica del procés II]


    Una cuestión que aún no me explicaba del procés era qué demonios tenían en la cabeza sus promotores en septiembre de 2017. Me explico:

    Por un lado, nadie duda ya que el procés ha sido un teatro desde el primer hasta el último acto. Un simulacro con ambiciones electoralistas.
    Pero por otro lado, la evidencia del farol contrasta con los eventos de octubre de 2017, que sugieren a primera vista un harakiri jurídico y político de los líderes independentistas con el evidente coste judicial que ahora se dirime.

    La pregunta es: ¿Porqué si todo era un farol esos líderes no evitaron la arriesgada boutade del 27-O? ¿Qué les arrojó a este juicio por rebelión pese a que nadie en el mundo institucional se los tomaba en serio? ¿Cuál era su plan y qué falló?

    Últimamente, las respuestas habituales a esta pregunta suelen girar entorno a la salud mental de Puigdemont. Es verdad que recientemente, desde Waterloo, Carles envía signos de desequilibrio trumpista. Pero creo injusto negarle una capacidad mental razonable durante 2017.

    Y creo que tengo otra explicación más sencilla y verosímil, aunque será desagradable para muchas conciencias.

    Ni Puigdemont ni su entorno planearon nunca negociación alguna. El plan A del núcleo procesista era provocar la activación del artículo 155 en septiembre para preparar el retorno victorioso al autonomismo (reforzado su mensaje de la España totalitaria y del victimismo nacionalista). Esto lo admiten hasta los sectores críticos del independentismo. Al fallar ese Plan A (Rajoy no aplicó el 155 tras el 7-S como deseaban), Puigdemont y su entorno tenían un Plan B que también falló y que corroboran ahora muchas fuentes: una segunda coartada para recular victorioso (la retirada no era cuestionable, todo el mundo la asumía). Pero esa reculada no llegó porque falló ese Plan B.

    El Plan B era conseguir una brutal reacción policial el 1 de octubre, mucho más extrema que la que se produjo, una actuación policial con víctimas que hiciera a Europa levantarse de la silla y que les permitiera volver a la política en posición ganadora. Los socios de Puigdemont hablaban de movilización pacífica para no implicarse judicialmente. Pero sus actos empujaban hacia un escenario de confrontación violenta el 1-O que fue advertida durante el mes de septiembre por los propios Mossos.


    La clave la da el que fuera secretario de comunicación de la Generalitat: "Se sabia que hi hauria càrregues el dia 1-O i en alguns entorns sobiranistes no només es donava per fet sinó que es desitjava". El mismo Colomines continuaba reivindicando la necesidad de muertos en 2018. El Govern no usó a los Mossos para evitar el referéndum fake [1][2] porque eso hubiera evitado las cargas. Puigdemont no aceptó una oferta gubernamental para hacer el referéndum fuera de los colegios, porque eso hubiera evitado las cargas.

    Una tragedia para el 1-O, esa fue la gran apuesta de Puigdemont para salir ileso y victorioso de los sucesos de septiembre y convocar elecciones. Pero falló.

    El Plan B era que el 'poble' recibiera mucha más leña el 1-O para que en Europa dijeran 'basta' y poder entonces presentarse a elecciones como opción conciliadora, manteniendo intacto el atávico victimismo del nacionalismo catalán.

    El síndrome de Calimero era la
    gran baza de Puigdemont para
    terminar la anterior fase
    del procés como vencedor.
    Falló.
    Ojo, no se trataba de negociar un pacto fiscal o un nuevo estatuto, ni mucho menos un nuevo estado. Todo eso siempre han sido fachadas del verdadero objetivo del procés: mantener a los herederos del pujolismo en el poder. Lo reconoce incluso Duran-Lleida, Mas nunca buscó una verdadera negociación. Recordad: El procés nace del corto periodo en el que CDC estuvo en la oposición y del afloramiento de la corrupción masiva en Cataluña tras el 15M de 2011, con el inicio de múltiples procesos judiciales que amenazaban a las familias más importantes del pujolismo. Y el procés da el gran salto adelante el día en que Mas pierde buena parte de su mayoría parlamentaria. El procés ha sido una demostración trágica de hasta qué punto la oligarquía catalana está dispuesta a cualquier cosa con tal de no perder el control de La Menjadora, el comedero institucional construido por Pujol padre.

    Una muestra de actuación policial muy similar
    a las del 1 de Octubre de 2017, pero practicada en 
    este caso por los mossos contra la concentración 
    pacífica en Plaza Cataluña el 27 de Mayo de 2011.

    ¿Pero qué falló en aquel plan? Falló el seny de la gente. Falló que sus propios feligreses fueron a votar pacíficamente tal y como les habían dicho, y que al ser la respuesta policial la habitual en la represión de manifestaciones en Cataluña, y hasta suave en comparación con lo que hubiera hecho un Sarkozy o una Merkel, la baza del victimismo perdió valor. Además, una mayor violencia el 1-O habría desmovilizado al 'poble', que se giraría hacia su líder. En cambio, el día 2, mientras las élites procesistas intentaban explotar los golpes del 1-O multiplicados por los fakenews encargados a Assange y a los apoyos rusos, las bases comenzaron a exigir hechos: 3-O, 10-O. Y a partir de ahí Puigdemont perdió el control de esos hechos: Ni sus seguidores se conformaban con elecciones ni la reculada victoriosa y victimista era ya posible. Buena parte de la cúpula de ERC se había tragado e interiorizado el farol, por ejemplo, por eso ni siquiera planearon la huída. Puigdemont intentó por todos lo medios detener los sucesos para salvarse judicialmente y mantener el liderazgo político, pero ya no fue posible, desde el 1-O ya todo caminaba solo.