2019-03-28

Mecánica del procés (III) - Las élites repiten la historia

 


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El nacionalcatolicismo catalán se ha perpetuado en el poder 44 años más allá de la muerte de Franco. Aquí explico por qué el rotundo éxito del procés en prolongar esa hegemonía le ha salido tan caro a algunos de sus líderes. Reconstruyendo la cronología de los hechos, muestro que, atrapados en su propia subasta patriótica, buscaron repetidamente la suspensión de la Autonomía (artículo 155 CE) con el único objetivo de victimizarse y mantener su control político. El fracaso de ese plan les llevó a buscar una tragedia sin precedentes con el referéndum del 1-O. La cordura de sus propios seguidores y de los mandos policiales lo evitó. 

1. Cuándo comenzó el procés

Según el mito difundido por sus propios creadores, el Procés empezó con la sentencia del Estatut. La realidad, sin embargo, es tozuda: El Estatut no fue una demanda social, sino una iniciativa top-down del PSC para pujar contra el nacionalismo durante el tripartito, por eso apenas un 36% del electorado se acercó a la urnas a votar que sí en 2006. Y por eso la manifestación contra la sentencia del TC de 2010 no fue independentista, solo un sector minoritario de CDC y los ultras del momento como Heribert Barrera aprovecharon para gritarle 'xarnego' al presidente Montilla. Es más, en las elecciones de 2010, 5 meses después de la sentencia, los partidos independentistas obtuvieron tan solo 14 escaños. Y muy revelador: el 11S de 2011 reunió apenas a 8.000 independentistas en Arc de Triomf. 
La realidad, por tanto, es que el Estatut fue apenas una puja más en la vieja subasta identitaria con el pujolismo (lo cuentan Barrio y Field, 2018) y que la espiral soberanista fue principalmente promovida desde las cúpulas de los partidos, como mostraré a continuación, no desde las bases ni el electorado. La sentencia del Estatut no explica por tanto ni el procés ni el boom independentista. 
Parlament, 2005, la izquierda entra en la puja identitaria. 
Maragall: Vostès tenen un problema, es diu 3%.
Mas: Hem de fer coses molt importants [l'Estatut]. Retiri aquesta expressió.
Maragall: Honorable senyor diputat, accedeixo a la seva demanda.

Pujol ganó las elecciones de 1984 encausado
por el Banca Catalana, defendiéndose con la
famosa frase: "con Cataluña no se juega".
El caso acabó sobreseído.
Alternativamente, se podría marcar el inicio del procés en la impunidad del Caso Banca Catalana, en 1984, lograda bajo la amenaza de Pujol de levantar las calles contra la incipiente democracia española. Aquella impunidad dio carta blanca a Pujol para acometer su plan de catalanización en los 90, el Plan 2000, que propugnaba en realidad la infiltración nacionalista en la sociedad. Una campaña electoral eterna que fue tolerada por todo el espectro político y social en razón de un victimismo post-franquista muy bien cultivado por Convergència y Òmnium. Curioso que la sociedad catalana (como la española) comulgara con este cambio de bandera del nacionalcatolicismo catalán patrocinado por una asociación, Òmninum, legalizada por el franquismo en 1967, 10 años antes de que el resto de los españoles lográramos el derecho de manifestación y asociación sindical.

Otro inicio posible del procés podría ser el afloramiento de casos de corrupción en 2002 (casos Pallerols, Ferrovial) por el cobro de comisiones por CDC que ya era vox populi. El único que lo denunció en público fue Pasqual Maragall, “vostés tenen un problema”, retractándose ipso facto precisamente porque ya había entrado en la puja soberanista y tenía que negociar el Estatut. Hubo que esperar otros 6 años a la mayor crisis económica de la democracia para volver a tratar el tema del 3%.
Toda esa cronología la resumí anteriormente. Pero aquí me centraré en lo que hoy llamamos procés, el de esta década. Y el momento de su inicio es tan revelador como mal conocido.

2. Qué convierte al independentismo en mainstream
Aunque no lo supimos hasta mucho más tarde, la deriva independentista del nacionalismo catalán se empezó a urdir ya a finales de 2011. Se sabe, por ejemplo, que Pujol la planeó con su familia y su partido en 2011, aunque no la publicitara hasta marzo de 2012. Un buen ejemplo de la campaña que inició fue la entrevista que le hizo Évole a Pujol padre, en la que el entrevistador olvidó preguntar al entrevistado por la investigación que lleva más de un año abierta sobre su hijo y los delitos de las ITVs. Sí se dedican muchos minutos, en cambio, a explicar el nuevo independentismo del Molt Honorable President. Convergència funda entonces la ANC, también en marzo de 2012, apoyados con entusiasmo por ERC, entonces el 5º partido del Parlament. Sí, señores, el principal partido independentista emanado de las recientes elecciones era la quinta fuerza. En cuanto a CDC, ante el inminente embargo de bienes que le acechaba a causa de la financiación ilegal y de sus problemas judiciales, necesitaba un nuevo objeto de propaganda para mantener el poder y la inmunidad frente a los nuevos casos de corrupción (lo explicaba Guillem Martínez). Evidentemente, todo este proceso no va dirigido por una sola familia, sino que se sustenta en una cúpula convergente sobre la que ha actuado la selección natural dentro del partido durante las últimas décadas y que estaba ya mucho más radicalizada que sus bases (Barrio & Fields, 20018). En definitiva, un proceso top-down de libro muy bien disfrazado de movimiento popular. Finalmente, A. Mas se hace también independentista en julio de 2012 [1][2].

El contexto de estas súbitas conversiones de 2011 y 2012 es el siguiente: En España se habían destapado casos de corrupción como la Bankia de Rato o el Noos de Urdangarín (2010). En las calles crecía la presión reclamando justicia (#15MparaRato; #DemocraciaRealYa). Los Mossos de Felip Puig (conseller de Convergencia) aporreaban a fondo a los manifestantes del 15M y al asedio del Parlament y CDC envía a prisión 3 años a varios participantes por (dicho textualmente por el conseller Turull) intentar un golpe de estado. En toda Europa la justicia se estaba movilizando contra la evasión fiscal a raíz de la lista Lagarde. CDC, Oriol Pujol y tantos otros, ya sabían que se les investigaba por corrupción y evasión. La justicia ya había registrado el Palau en 2010 y conocía la financiación ilegal de CDC y las mordidas de las ITVs. El presidente Mas necesitaba un cambio de socio para tapar las vergüenzas (lo explica muy bien Fernandez-Teixidó) y para evitar que pasara lo que acabó pasando en el resto de España: la judicialización de la derecha. Así, Mas decidió en septiembre de 2012 cambiar al PP por ERC como socio político. 

Por tanto, el procés nació de la combinación fatal entre la puja identitaria entre PSC y CiU y el acoso judicial a la Convergència de Mas que tan valientemente relató Jaume Reixach. Convergencia nombra a Oriol Pujol heredero de la corona de su padre en el congreso de Reus (marzo de 2012) y monta el escenario de la ANC. La opinión pública, tan castigada ya por la crisis, ve a esos líderes agitando la bandera y se sube al carro.
Fechas clave del procés y evolución de la opinión pública
Fechas clave del procés y evolución de la opinión pública

Con estos preparativos y con la entusiasta colaboración de TV3 y los medios concertados de Cataluña, el 11S de 2012 reunió por primera vez casi medio millón de personas en una manifestación independentista. 

3. La espiral identitaria atrapa al independentismo
Artur Mas convocó elecciones inmediatamente (noviembre de 2012) con la esperanza de recoger el entusiasmo sembrado, pero previsiblemente los votantes adoptaron el desafío indepe inclinándose por la versión original, ERC, y Mas perdió 12 de sus 62 escaños.

Artur el astut tuvo aquí dos opciones: 1) asumir su error y quizá volver a perder el Govern a manos de otro tripartito en unos años. O bien 2) doblar su apuesta-farol y radicalizar su mensaje aliándose con ERC y CUP. Al astuto, la alianza del pujolismo con la izquierda nacionalista le pareció la opción más inteligente.

El sinsentido de esta alianza hubiera quedado patente mucho antes si no fuera porque, en enero de 2013, la izquierda indepe y la izquierda complaciente hacen el regalo de su vida al pujolismo: una declaración de soberanía en el Parlament que le va a permitir liderar la performance reivindicativa durante años. "El poble de Catalunya té, per raons de legitimitat democràtica, caràcter de subjecte polític i jurídic sobirà". Comienza el universo paralelo del independentismo, el mandat popular.

Full de ruta de Mas, 2015, prometiendo la
independencia en 18 meses
Pero como el farol del procés no se lo creía nadie fuera de Cataluña, para ganar las elecciones de 2015 (27S) fue necesario redoblar la apuesta de nuevo. En 2015, CDC rompió con Unió y se presentó junto a ERC con un programa netamente separatista y marcándose un plazo para una declaración unilateral de independencia de 18 meses. O conseguían el nuevo estado de Europa en 18 meses o se iban. Mucho después, algunos reconocerían el error de concretar un plazo, pero entonces, en 2015, el pujolismo necesitaba que el votante procesista creyera que tenía cartas. Todos en el soberanismo necesitaban que la partida de póker continuara, aunque enfrente nadie les creyera. Y consiguieron así una nueva prórroga de poder de dos años, es decir, dos años más repartiendo el pienso público en la Menjadora, el comedero catalán.

Está claro que todo esto no es suficiente y que no se entiende la deriva independentista de Convergència sin el apoyo del empresariado medio catalán, como siempre entusiasmado ante la posibilidad de poder influir a administradores públicos más débiles y más cercanos que los de Madrid. Pero ese es otro tema. 

Para entender el resto de la evolución política del procés hace falta tener presente esto: La gran mayoría de líderes del procés jamás creyó posible, ni por tanto buscó, la independencia. Sabían que no puede ser, que no existe un camino transitable hacia ese escenario, que era un unicornio. Muchos seguramente no tuvieran claro ni siquiera si la deseaban, porque nunca se trató de eso. Salvo quizá algunos despistados en ERC y CUP, el resto sabía que simplemente no es factible, que no existe una ruta viable para hacer de Cataluña un nuevo estado de Europa. Lo del farol nos lo han explicado ya muchas fuentes. La Independencia era un objeto de propaganda, un entretenimiento del esplai indepe. Cuando el president culpaba a España del atentado de las Ramblas (mes y medio antes del referéndum fake), no pensaba realmente en una Cataluña independiente; era solo propaganda para exaltar a sus fieles, provocar desórdenes, ir a elecciones y mantenerse victorioso al calor de la autonomía. Puigdemont necesitaba una posición ganadora para las próximas elecciones autonómicas y su plan era el de siempre: el victimismo del nacionalismo catalán.

Puigdemont el día después del atentado, 2017
En los días anteriores al 6 de septiembre de 2017 nadie en el independentismo pensaba realmente en declaraciones unilaterales de independencia (DUI). Iglesias, Junqueras y Soler cenaron en casa del empresario Roures, aprovechando la manifestación contra el atentado del 17A en las Ramblas, para preparar las elecciones autonómicas tras el referéndum. Tanto en ERC como en la antigua Convergencia eran plenamente conscientes de que en algún momento había que acabar la farsa para evitar el ridículo. Pero, atrapados en su propia puja libertadora, todos evitaron ser los primeros en explotar el globo por motivos explícitamente electorales. Las grabaciones a Salvadó son inequívocas:
Salvadó (ERC) a Murcia y Junqueras (30 de agosto de 2017): "Cualquiera con dos dedos de cerebro sabe que no se puede proclamar la independencia" pero "me da pánico que si lo transmitimos así Elsa [Artadi y al PdCat] dirán que ni el Departament d'Economia ni Junqueras han hecho su trabajo". Junqueras responde“Dí a Artadi lo que se pueda decir, agenda y algo más. Pero el resto guárdatelo

Tuits convocando el bloqueo al registro
de la consejería, mezclando las
llamadas a una 'actitud no violenta'
con la 'defensa urgente de las
instituciones' y de la 'democracia'.
A esas alturas, buena parte de los catalanes ya nos habíamos dado cuenta de que estos Rebeldes sin Causa podían fácilmente acabar en el precipicio por no saber cuándo saltar del coche. La angustia en la oposición se vuelve palpable. 


4. Las marionetas toman vida propia
Hasta aquí, los líderes tenían un control relativo de la situación, en el sentido de que podían manipular los deseos de su público. Pero sucedió que el crescendo de la impostura se volvió irreversible el día 7 de septiembre, se les escapó de las manos contra pronóstico. ¿Qué falló? Con las leyes de transitoriedad y del referéndum aprobadas ese día, el Govern buscaba aparentar una convocatoria oficial sin comprometerse judicialmente. El plan de Puigdemont con esa impostura (su plan A) era que le aplicaran inmediatamente el artículo 155 (supresión temporal de la autonomía) y, a ser posible, que le detuvieran para así ganar las elecciones autonómicas como víctima y tener una posición de fuerza para volver a negociar nuevos poderes incompatibles con la Constitución. Es decir, el mismo plan que le funcionó a Pujol 33 años antes. Este plan lo conocían independentistas como Jordi Graupera o los presentes en la cena de Roures. Con ese fin, el president llevaba meses demonizando ese artículo 155, siguiendo una estrategia que siempre ha funcionado con ese nicho electoral tan bien macerado en el Síndrome Calimero
Pero el plan A falló porque en Madrid nadie movió una ceja, nadie reclamó el 155, incluso a la derecha le daba respeto suspender la autonomía. Y a ERC tampoco le convenía explotar el globo-farol. Además, las redes seguían inflando ese globo con ayuda de RusiaAssange, Snowden... Sin 155, Puigdemont solo podía redoblar la provocación. No podía echarse atrás y convocar elecciones autonómicas porque supondría admitir el engaño y convertirse en el traidor y perder. Tampoco podía aceptar una votación tipo 9N, fuera de los colegios (como le propuso Rajoy), porque, en un escenario de final tranquilo, incluso el más pequeño de los delitos que ya había cometido (desobediencia) era suficiente para apartarle de la política. Así que sólo le quedaba una idea: convocar un referéndum ilegal y esperar que sus seguidores se volvieran locos y hubiera un desastre. 
Como Puigdemont no tenía "ninguna ambición de mártir", lo admitió más tarde, no iba a comprometerse personalmente nombrando una junta electoral oficial para ese referéndum claramente inconstitucional. Por eso no la nombró y dejó la organización del referéndum en manos de voluntarios. Esta opción, además de ser segura para él mismo, parecía tener lógica para su penúltimo plan de escape, su plan B.

Desde temprano en la mañana del 1 de
octubre, el aliado del procés Julian
Assange y redes de medios y bots rusos 
en RRSS alimentaron un
guerracivilismo que por fortuna fracasó. 
Fueron solo los primeros movimientos del 
entorno de Putin en el tablero catalán, apenas 
meses después de interferir seriamente en 
las elecciones americanas y el Brexit de UK.

El plan B era conseguir un fracaso del referéndum, una catástrofe en forma de graves enfrentamientos violentos generalizados y con víctimas mortales que le permitiera ir a elecciones y a una negociación de nuevo con la legitimidad de la víctima. Es una afirmación grave, cierto, pero este plan B no es una elucubración. El propio exsecretario de comunicación de la Generalitat explicó que los líderes del farol necesitaban una reacción policial mucho mayor el 1-O. La planificación de tal escenario violento ya ha sido documentada en varios de los registros del 20-S. El documento Enfocats aparecido en el despacho de Jové parece que será la más benigna de las pruebas, en comparación con los "escenarios de guerra y guerrilla" aparecidos en el del secretario de Hacienda (J.L. Salvadó). Que los líderes independentistas deseaban respuestas violentas del estado es algo bien sabido en Cataluña: el propio Quim Torra proclamaba en 2011 que ojalá España nos envíe los tanques y así nos ganemos alguna simpatía. El jefe de campaña del procés, Oriol Soler, reconoce que en la cúpula se hablaba abiertamente de que el referéndum causaría muertes y de que podrían culpar al estado. Los cargos más altos de los Mossos han admitido en el Supremo que Puigdemont se jactó en varias reuniones del peligro de violencia y de que un 1-O violento, una "desgracia", le beneficiaba políticamente. Desgraciadamente, ni Trapero ni Ferran López ni Molinero explicaron esto a los catalanes antes de que sucediera, en lugar de dos años después ante un juez. Puigdemont decía también que esa "desgracia" le serviría para "declarar la independencia" pese a que nadie sabía mejor que él que eso no era factible. Pero entonces, ¿cuál era el objetivo real de esa tragedia que no llegó el 1-O?
    • Plan A: Artículo 155 el 7-S y reculada victimista a elecciones.
    • Plan B: Tragedia el 1-O y reculada victimista a elecciones.
Para la cúpula convergente esa violencia era otra baza para conseguir aparecer como víctimas y retornar victoriosos a la política autonómica durante décadas, como reconoce la propia Elsa Artadi. Puigdemont, en cualquier otro desenlace, perdería el poder. 

El procés acababa porque ya no había más casillas en el tablero y ya había cumplido su objetivo: el enfado por la crisis de 2008 y por la corrupción estaban amortizados y la antigua primera línea política responsable, jubilada. El nacionalcatolicismo catalán dispondría de un escenario reivindicativo y victimista ilimitado que podría asegurarles 20 años más de control de la Menjadora. El éxito se prometía rotundo para el procés y así fue.
    Pero el futuro de Puigdemont no era tan claro. Solo si se producía suficiente violencia durante la intervención de los cuerpos de seguridad podría el mártir Puigdemont evitar la cárcel y seguir al frente del post-procés. Por eso ignoró todas las propuestas de Madrid para evitar enfrentamientos el 1-O ([3][4][5]). Puigdemont sabía además que la Guardia Civil no podía evitar la ocupación de los colegios el día anterior, por orden judicial. Creía que había conseguido el Armageddon que le había de salvar.

    Sin embargo, el plan B también falla: el Gobierno vuelve a no reaccionar como esperan y la actuación policial del 1-O resulta la ya habitual en Cataluña (el talante estándar de los Mossos que justificaba Mas contra el 15M) y no impresiona en Europa. Los fieles del procés fueron a votar conforme con la anunciada resistencia pacífica: lógico, porque si el propio president fue incapaz de firmar un sólo papel que le comprometiera, ¿por qué iban ellos a prender fuego a las calles? En contraste, el enorme impacto mediático de las cargas dentro de Cataluña (¡la policía apartando tietes de l'un sol poble!) no hizo más que exacerbar al independentismo de base y al liderato más naif de ERC, que ahora exigían nada menos que una DUI (declaración unilateral de independencia) mediante la huelga de país del 3-O. Todo esto, no hay que olvidarlo, pese a que el propio Junqueras sabía muy bien que estaba engañando a los suyos.

    Assange, el socio prófugo del gobierno de 
    Puigdemont caldeó durante semanas 
    el 1-O, pronosticando una "guerra civil" si no se 
    cedía a las exigencias unilaterales del líder 
    independentista. 
    Tweets similares de otro prófugo, E. Snowden, 
    fueron claves al ser extraordinariamente 
    difundidos por redes de bots 
    rusos. 
    Irónicamente, ese impacto mediático que dinamitó el plan B de Puigdemont había sido impulsado por los canales habituales de fake news que el propio procés había promovido [6][7]. La ola de odio [8] y post-verdad en torno a la respuesta policial (los "1000 heridos" que ningún político visitó en los hospitales) empujó al president a la triste parodia del 10-O, su primera DUI fake, la de los 8 segundos. Nunca aclaró si había declarado o no el fin de la Constitución en Cataluña: Si admitía la fechoría, le procesaban; si la negaba, se iban a elecciones y Junqueras, president. Ambos se acercaban al precipicio y ninguno quería ser el rebelde gallina y saltar primero.

    Mientras, se dispara la fuga de sedes de bancos y empresas y la realidad empieza a llover como xirimiri sobre el independentismo.

    Cuatro entusiastas cabezas visibles del independentismo en plena efervescencia, 6 días antes de declarar la independencia.

    5. El President que no se atrevió a mandar
    El resto es bien conocido. Nadie da por buena la DUI suspendida del 10-O y las bases exigen una real. Puigdemont intenta convocar elecciones, pero cada vez manda menos. Además, el día 26 él sabe bien que a) ha cruzado la línea roja para ser procesado y b) que si convoca, Junqueras será president y él un segundón botifler. Por tanto, solo quedan dos opciones. ¿Fugitivo o traidor entre los míos?, dirime Puigdemont. La decisión es fácil: enfrentarse a la justicia no está en su agenda. No creo en los mártires, dice el Mandela impostor. A disgusto, participa en el segundo simulacro de DUI, el del 27 de octubre, donde apenas intercambia palabra con su vicepresidente Junqueras. Es viernes; ambos regresan a sus casas a ver la república por TV3.

    Ese fin de semana, Puigdemont anima a todos los consejeros a acudir el lunes al trabajo y hacer realidad la república, mientras él se mete en un maletero y huye a Bélgica. Apreciando riesgo de fuga y reiteración delictiva, el juez dicta prisión preventiva para sus compañeros de aventura.

    Los Rebeldes sin Causa en plena
    rebelión antisistema.

    En Rebeldes sin causa, los dos incautos dirigen sus coches a toda velocidad 
    hacia el precipicio
    , pero a uno de ellos se le encalla la puerta y no puede saltar, terminando la carrera en tragedia. En 2017, a Puigdemont solo se le encalló el orgullo. Sabía bien qu era la mejor opción para él y para Cataluña, se lo explicaron dos expresidentes y decenas de empresarios. Simplemente no quiso saltar primero, como Junqueras. El orgullo les importó más que su libertad, más  que las instituciones y más que nuestra democracia.

    Así es como llegamos a donde estamos.


    Es cierto que los líderes calcularon mal sus opciones y han acabado procesados o huidos. Pero que no haya confusión: para la élite catalana el procés ha sido todo un éxito. El fin último de preservar al nacionalcatolicismo al mando en Cataluña se ha cumplido. Han hecho historia, la de siempre: La misma oligarquía que fundó Òmnium Cultural en pleno franquismo y que transfirió los alcaldes franquistas a Convergència al llegar la democracia, retiene hoy el reparto del dinero público en Cataluña. La maldición de Companys, el maleficio de Banca Catalana, se han repetido. Para evitar que vuelva a suceder, la izquierda catalana debe por fin entender su error atávico de creer compatibles la defensa de los débiles y la división de los débiles.


    [Una cronología de las fechas clave del procés, aquí]
    [Anterior artículo sobre la mecánica del procés]
    [Hilo original en Twitter: [1][2][3]]
    [Versió curta a El Triangle]

    3 comentaris:

    George ha dit...

    Otro analista de mierda al que ni los suyos le hacen puto caso

    Unknown ha dit...

    Has puesto blanco sobre negro todo el trasfondo del procés y los que realmente se benefician de él.

    Llargandaix ha dit...

    Muy regulero el análisi