2019-03-15

Mecánica del procés (II) - Cómo hemos llegado hasta aquí

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El procés no surgió del Estatut ni de la financiación como nos dijo Artur Mas y nos ha repetido la casi totalidad de la procesología. Ha sido un movimiento populista top-down alimentado por la crisis y diseñado con el único objetivo de preservar la hegemonía nacionalcatólica en Cataluña tras la misma.
La semana pasada puse en orden las razones que desde mi punto de vista condujeron al catastrófico harakiri del soberanismo en octubre de 2017.

Pero una segunda cuestión que me quedaba por entender del procés es cuándo y cómo empezó esta deriva suicida de la farándula política catalana: las causas y los mecanismos que lo iniciaron.

¿Cómo han llegado dos partidos tradicionalistas a creerse poder desafiar el sistema democrático español cuando justamente atraviesa el momento más sólido de su historia? ¿Cómo puede ser que uno de los gobiernos regionales más nacionalcatólicos de Europa haya acabado metiéndose él solo en un juicio por rebelión desafiando burdamente las leyes fundamentales?

Retrocedamos en el tiempo.

Estamos donde estamos porque una docena de miembros del govern, parlamentarios y activistas presuntamente organizaron, en posible connivencia con mandos de la policía catalana, un simulacro de ruptura del orden constitucional. Culminaron la simulación el 27-O con una declaración de independencia fake obligados por la presión de la calle y las redes sociales y de los medios públicos y concertados, que ellos mismos alimentaron. Lo hicieron contra su propia inteligencia, arriesgándose a severas penas de cárcel. ¿Por qué gente otrora pragmática hizo semejante tontería? No, no fue un ataque severo de patriotismo, había tres causas bien distintas: en octubre de 2017 ninguno quiso asumir la responsabilidad política a) por dos años de engaño, b) por partir la sociedad catalana en dos el 6 de septiembre, ni c) por los golpes del 1-O.

Por partes:

a) El engaño fue haber convencido a casi la mitad de los votantes de que la independencia era posible y que además la iban a poner en práctica en 18 meses. Esto ya ha sido bien explicado.

b) La sociedad catalana se partió en dos mitades que dejaron de hablar de política en las comidas cuando los líderes soberanistas adoptaron la unilateralidad el 6 y 7 de septiembre. Infringiendo el reglamento del Parlament, aprobaron la ley de desconexión sin dar oportunidad a la oposición de validar su legalidad, ignorando a los letrados de la institución. Intentaron saltar por encima de los derechos de medio parlamento y medio país y pensaron que esa media Cataluña seguiría callando. Se equivocaron: Empezaron Coscubiela, Arrimadas e Iceta. Siguió la iniciativa Parlem. Siguieron las manifestaciones sin precedentes por la unidad de España. Y, por último, siguieron las empresas, en su fuga de mediados de Octubre, tras la primera fake DUI (10-O). Finalmente el procés sí ha hecho historia porque habrá que recordar mucho tiempo que la mayor manifestación en defensa de la unidad y la legalidad en España, tuvo lugar en Barcelona, un 8 de octubre. Y adelanto que no me sumé, por una alergia que tengo al nacionalismo.

c) En tercer lugar, también eran responsables de los golpes del 1-O porque, al no formar siquiera una mesa electoral (para evitarse problemas legales), delegaron conscientemente la desobediencia en el poble. En lugar de informar a esa pobre gente de que infringirían la ley, les dijeron que era una votación legal porque era la única forma de sacar dos millones de personas a la calle. La sorpresa e indignación fueron mayúsculas el 1-O cuando la policía cumplió con el objeto de su existencia de forma muy previsible. Pero los líderes, que sí habían previsto esa violencia (como documenta Enfocats) y sabiamente la esquivaron en sus casas, animaron a las bases a defender esa ilegalidad. La razón es que necesitaban esa violencia porque les daba la única salida digna para terminar con el procés. Ni se usaron los Mossos para evitar el referéndum fake [1], ni se aceptó una oferta gubernamental de última hora para hacer el referéndum fuera de los colegios. Querían la represión del referéndum para tapar sus tres vergüenzas y presentarse además como la parte víctima y conciliadora. Lo dice ya hasta el exsecretario de comunicación de Mas.

¿Pero por qué necesitaron ese choque en octubre? Ya lo conté aquí. Hay que retroceder un poco más en el tiempo porque ese simulacro de referéndum no fue más que el fallido Plan B improvisado ante el fallo de otro Plan A que pretendía lo mismo: un retorno ventajoso al autonomismo. Las leyes del 6 y 7 de septiembre de 2017 no tenían el objetivo real de convocar ningún referéndum, sino de parecerlo. De hecho, solo las usaron mediáticamente, nunca en sentido jurídico (hubiera sido flagrantemente delictivo). Suficiente para convencer a las bases. Al ser esas leyes previsiblemente suspendidas por el TC, pasaron de nuevo la pelota de la desobediencia a esas bases. De nuevo, los líderes no osaron infringir ninguna resolución del TC. Si se cedieron datos lo decidirá un juez, pero ¿qué les condujo entonces a simular que convocaban una votación oficial? Pues 3 motivos:
a) Movilizar a sus fieles. Bueno, y a los de Colau.
b) El convencimiento de que el senado activaría el 155 en septiembre y que en las siguientes elecciones arrasarían alimentados por el fervor victimista de los catalanes (nadie mejor que un independentista como Graupera para explicarlo).
c) La promesa que habían hecho de llegar a una independencia imposible en solo 18 meses.

¿Y por qué esa promesa aparentemente estúpida de los 18 meses? Sigamos retrocediendo: Efectivamente, a ese fatídico 6-S se llegó porque casi dos años antes (octubre 2015) Artur Mas había prometido electoralmente la independencia en 18 meses y había convencido a media Cataluña de la legitimidad y la factibilidad de esa promesa. La proactividad de TV3 y la CCMA era ya entonces manifiesta: drets dels pobles, votar=democràcia, 'debates' monocolor, etc). Mas se acababa de cargar la coalición CiU, aliándose con ERC porque atravesaba una situación muy complicada: El partido CDC estaba en bancarrota, embargado por el Caso Palau, con muchos de sus principales líderes investigados o condenados por corrupción, incluído el fundador Pujol. Un partido que gobernaba en minoría desde su fracaso en 2012 tras convertirse al independentismo. Un partido que había llevado a una lamentable situación las arcas de la Generalitat para alimentar su red clientelar (la Menjadora) durante la crisis. Frente a las elecciones de 2015, a CDC no le quedó más remedio que abrazar al oso de ERC y huir hacia delante, aceptando los 18 meses y la caída de Mas.

Tanta idiotez fue posible solo porque ERC y CUP venían dopados por una presión independentista que tampoco surgió espontáneamente. De hecho la sembraron ellos mismos. Veamos: En 2011 se manifestaron 8.000 independentistas en Barcelona; en 2012 fueron 200.000. ¿Qué pasó entre medias? Entre medias pasó que Mas y los Pujol se declararon por primera vez independentistas [1][2]. Recuérdese que para entonces Pujol seguía siendo el tótem transversal del nacionalismo catalán, su repentina conversión tuvo un gran impacto. También pasó que CDC fundó la ANC. Y también hubo un cambio radical en los estándares informativos de los medios: recordemos que en plena crisis, entre 2011 y 2015, se triplica la inversión en publicidad institucional.

Algo parecido ocurrió con las subvenciones directas a los medios afines en lengua catalana.

Finalmente, este entusiasmo de la cúpula de CDC/PdCat por el soberanismo tampoco surge espontáneamente, sino que es el resultado de la combinación de dos factores: el miedo a volver a perder la hegemonía como ya se la había robado Pasqual Maragall y dos reuniones de CDC y de la familia Pujol el 25 de noviembre de 2011 a raíz de la implicación de Pujol jr. en el caso ITV, donde se decidió iniciar la deriva independentista. Mas, por su parte, tenía abiertas investigaciones por evasión a través de una cuenta en Liechtenstein (posteriormente juzgado como prescrito). Y no olvidemos que el embargo de CDC era ya un pronóstico certero. Fue en ese contexto que los convergentes, ante la presión que ejercía el 15M de ese mismo 2011 exigiendo justicia, decidieron dar un salto adelante fundando la ANC. El 15M amenazaba directamente el discurso nacionalista y por eso tanto convergencia como ERC (que aún no compartían gobierno pero sí Montserrat) saltaron a su yugular desde el día cero. ERC reaccionó igual de visceral contra la irrupción de intrusos en el panorama reivindicativo catalán ("que se vayan a mear a su país, España", les dijo Carod-Rovira):


Guillem Martínez explicaba hace unos meses que en 2011 CDC buscaba un objeto con el que negociar con el Estado y un objeto de propaganda electoral. Discrepo de lo primero porque, como cuenta ahora Duran-Lleida, Mas nunca buscó una verdadera negociación; sabían que en un país europeo del siglo XXI las competencias regionales no se pueden negocian a medida. Pero el procés sí servía como objeto de propaganda ideal para sacar a CDC de la mayor crisis de su historia. El objetivo (el único) de Mas era mantener la hegemonía del nacionalcatolicismo en la Generalitat. Sabían que ERC se sumaría sin preguntas porque ambas ramas del nacionalismo convergieron ya en las capillas y contra el 15M. CDC estaba ya al borde del embargo, su líder espiritual ya estaba investigado y el president Mas tenía que usar a Felip Puig para 'limpiar' las calles. Ahí brotó el procés. Evidentemente sumaron luego muchas otras sensibilidades y otros objetivos. Pero el motor necesario y suficiente no fue ni el poble, ni el fin del régimen del '78, ni la CUP... sino el instinto de supervivencia de la maquinaria imparable del comedero pujolista.

Por tanto, el procés ha tenido poco que ver con la sentencia del Estatut ni con la financiación autonómica como nos dijo Artur Mas y como nos han repetido la casi totalidad de los procesólogos. Se trata de un movimiento populista que ha funcionado de arriba a abajo y ha sido alimentado por el enfado ante las crisis de 2008 y 2011. Su único objetivo fue salvaguardar la hegemonía nacionalcatólica en Cataluña.

Y ese objetivo, es verdad, lo ha cumplido a la perfección hasta el momento.