Qué envidia dan el proceso y los resultados electorales de EEUU. Hemos pasado tantas décadas, los europeos, criticando el racismo del otro lado del charco, y ahora esto!. ¿Alguien alcanza a imaginar aquí al hijo de un pakistaní en la presidencia? ¿O de primer ministro en Francia, que tiene una historia de inmigración más parecida a la de EEUU? ¿Alguien visualiza un turcoalemán en el Reichtag?
Pero no, aquí el racismo no existe. Aquí la marginación es coyuntural. Aquí lo que importa es si se quema tal bandera o si se respeta tal identidad.
Y pronto volverán las oscuras elecciones en nuestros votos su legitimidad a recobrar, blablabla. Los mismos 4 partidos que hace 20 años, protegidos por una Ley Electoral obsoleta (por haberse gestado predemocráticamente), volverán a llenarnos los periódicos de miedo a ETA, de miedo al desmembramiento de España, de odio a lo español, del hastío baladí de costumbre... Mientras, los problemas del día a día pasarán de nuevo inadvertidos en la campaña y otra vez subiremos tarde a los trenes del futuro, como el de construir una sociedad abierta y en red.
Pienso por ejemplo en el agua que sale de los grifos en Barcelona. Imbebible, pero potable. Si le explicara a un foráneo que en mi ciudad, de 3 millones de habitantes, no se puede beber el agua del grifo por repugnante, si le dijera que todo el que puede pagárselo se dedica a cargar garrafas escaleras arriba para hacerse el café, pensaría que hablo de algún país centroafricano. Pero llegan las elecciones y de esto no se habla, supongo que porque las competencias ya hace décadas que estan transferidas a la Generalitat.
Tampoco el aire de mi ciudad se puede respirar. Ni por las noches se puede dormir, porque nadie controla el nivel de ruido de las motos. Y las calles de mi ciudad son intransitables: A pie uno tiene que ir sorteando motos y mobiliario urbano, porque hay tantos carriles para el automóvil que no queda espacio para las aceras. En bici ni les cuento. En fin, normal que haya tanto coche y tanto ruido, es una gozada ir en coche comparado con la penitencia de quien se desplaza sin molestar a nadie.
En el colegio de mi hijo, que es público, sólo se enseña en un idioma oficial, el catalán, mientras que el otro parece ser ignorado o, en el mejor de los casos, tratado a un nivel similar al del inglés. En pocos años veremos el resultado de esta política linguística: generaciones de jóvenes analfabetos funcionales en esta lengua, en la que no sabrán expresarse por escrito porque nunca les habrán enseñado que sirva para algo (aparte de en casa o en el patio, claro). Como siempre, la clase media y baja pagará el pato de esa política decimonónica centrada en identidades y naciones. Sus problemas para encontrar trabajo serán el precio de la falta de sentido común en política.
La lengua catalana, como otras, necesita cierta ventaja si se quiere asegurar su desarrollo, pero eso no impide seguir el sentido común e impartir un par de asignaturas en la otra lengua, la tercera más internacional del planeta y probablemente la más usada del territorio catalán.
Las lenguas son medios abiertos, herramientas flexibles y móviles. Quien se identifica con una lengua es que carece de identidad alguna.
Para conseguir una política normal que se ocupe de problemas reales, es necesario en primer lugar suspender la partitocracia abriendo la Ley Electoral a un verdadero pluralismo político. Una responsabilidad más directa entre político y elector. Vamos, que nos dejen tachar el nombre de un tipo en las papeletas que nos da el partido, como en países de mayor tradición democrática. Sólo así se espabilarán los políticos para adaptar la administración a la era de las redes sociales.
Los ciudadanos ya hace tiempo que lo intentamos; la tecnología nos permite interaccionar horizontalmente evitando intermediarios caros y corrompibles. Pero no nos serviremos plenamente de la sociedad de redes mientras nuestros políticos sigan anclados en discursos del siglo XX y no hagan suyas las nuevas formas. Cualquiera que haya buscado algo en la web de algún ministerio sabe a qué me refiero.
Obama no ha ganado las elecciones por defender abstracciones, sino por poner su oratoria al servicio de los problemas reales y por servirse de las redes de opinión pública. ¿Encontraremos aquí nuestro Obama? Pienso que no con este sistema electoral.
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